Manifiesto para el 13 de juLio de 2024.
Con la llegada del verano y el calor, la agresión israelí está provocando en las condiciones de vida en los más de 2 millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza, un agravamiento sin precedentes. La destrucción sistemática de las infraestructuras vitales, especialmente las referidas a los suministros de agua y electricidad, así como la red de saneamientos, unida a la escasez dramática de suministros esenciales para la vida, que Israel bloquea de forma permanente y deliberada, está provocando un caos calculado y de consecuencias dramáticas para la población, especialmente para la mayoría de niños/as que ven conculcados por el agresor los derechos que la comunidad internacional les tiene reconocidos. Nueve de cada diez niños de Gaza carecen de la alimentación suficiente habiéndose producido casos de muerte por desnutrición y agravamiento de enfermedades preexistentes. Etc., etc,etc…
Las cifras referentes a la magnitud de la tragedia no cesan de crecer. Ya se han superado los 38.000 muertos de los que se tenga constancia, aunque sin duda son muchos más, de ellos casi 16.000 son menores de edad, a los habría que sumar los 21.000 infantes desaparecidos, de los que 4.000 siguen enterrados bajo los escombros de sus casas. Los crímenes de guerra cometidos por Israel contra los niños no tienen parangón en los tiempos modernos, superan a los cometidos en la República Democrática del Congo, Myanmar Nigeria y Sudán juntos. La propia ONU ha incluido a Israel en la lista de países abusadores de los derechos de los niños en los conflictos. Los ataques del ejército israelí han hecho colapsar totalmente del sistema sanitario y han asesinado a 500 trabajadores sanitarios y detenido a más de 300, mientras 80.000 heridos carecen de la atención necesaria ni de los medicamentos que les podrían salvar la vida.
Unas estadísticas que deberían hacernos remover en lo más íntimo y plantearnos la pregunta de cómo ha sido posible llegar hasta este extremo de deshumanización. Posiblemente esta misma cuestión se la plantearon muchos de los que asistieron al auge de los fascismos en la Europa de los años 30 y que desembocó en una terrible guerra con 60 millones de muertos, la gran mayoría civiles. Sin duda una parte importante de responsabilidad tuvieron los líderes políticos que fueron capaces de arrastrar a las masas, dóciles a su verbo encendido, señalando enemigos a los que endosar frustraciones y problemas que arrastraban sus sociedades. Pero tampoco hay que olvidar la responsabilidad moral de unas poblaciones que transigieron con el mal mirando para otro lado y participando por acción u omisión de la relatividad moral de unos políticos para los que la deshumanización del otro no les suponía ningún problema mientras pudieran conseguir el apoyo de sus poblaciones que, por fin, habían dado con el chivo expiatorio origen de sus males.
Alguien con conocimiento de causa podría plantearse si nuestras sociedades occidentales no están sumergidas en el mismo proceso de fascistización que nuestros antepasados de hace unas pocas generaciones. La brutalidad sin límites de la agresión israelí contra una población carente de cualquier recurso defensivo homologable al empleado por el ejército agresor, el uso de todos los medios que la tecnología proporciona para segar vidas humanas y que explica como su uso irrestricto ha logrado acabar en solo nueve meses con la vida de tantas personas por el mero hecho de vivir en un lugar concreto del mundo, se está convirtiendo en el gran dilema moral para las élites políticas y para los ciudadanos de nuestro primer mundo (¡).
El relativismo moral que presupone que todas las vidas no tienen el mismo valor nos hace mirar con indiferencia a los migrantes que mueren en el mar o a los palestinos a los que un estado y un ejército brutalizadores están matando sin piedad. Mientras no seamos capaces de parar esta espiral de muerte y deshumanización que nos está arrastrando también a nosotros no deberíamos cejar por todos los medios para conseguir que esta sinrazón termine. Sin duda en Gaza está en juego una parte importante de nuestro futuro y de la posibilidad de conseguir sociedades más justas e iguales.
Israel no podría cometer los crímenes que está perpetrando en Gaza sin el apoyo implícito y explícito de los países que dicen defender principios y valores como la democracia, la libertad, los derechos humanos. Una legitimidad moral que en Gaza está mostrando su verdadero rostro: una falacia que sirve para ocultar una política descaradamente neocolonial que tiene en Israel la cabeza de puente necesaria para defender sus intereses geoestratégicos en Oriente Medio, en complicidad con la mayoría de los regímenes árabes para los que Palestina es un problema que ya no les vincula existencialmente.
No deberíamos seguir permitiendo que un país como el nuestro siga manteniendo activo el comercio de armas con Israel, tampoco que se le normalice diplomáticamente y mucho menos que se mantengan lazos comerciales y académicos con instituciones sionistas que apoyan las políticas de apartheid, apropiación de tierras palestinas y genocidio.
Como ciudadanos tenemos un papel clave que jugar en estos momentos, negándonos a normalizar políticas de complicidad con el exterminio y la anemia moral que afecta a los gobernantes del bloque occidental (USA, EU, Canadá, G.B…) poniéndonos del lado de los pueblos oprimidos como el palestinos y denunciando el recurso a la guerra para hacer prevalecer la razón del más fuerte.
Salgamos a la calle, gritemos, denunciemos la mentira y la inhumanidad.La colaboración de todos es imprescindible, cada uno cuenta en este empeño común por conseguir que la justicia la igualdad y la libertad no sean frases vacías en manos de falsarios y el horizonte de un mundo nuevo sea posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario