Comunicado leído el 27 de julio en el barrio de La Albuera (Segovia) la Plaza de Los Deportes (Plaza de la Gimnástica Segoviana).
ABRAZAR LA VIDA, REPUDIAR LA MUERTE.
Han pasado 294 días desde el 7 de octubre y el
comienzo de la agresión israelí sobre la Franja de Gaza y nadie es capaz de
predecir cuánto tiempo más durará la agonía de los palestinos encerrados en ese
inmenso campo de concentración a merced de los obuses israelíes. Conforme
avanza el verano y las temperaturas suben, la vida a la intemperie o a lo sumo
bajo endebles cobijos de plásticos o tiendas de campaña, se hace difícilmente
soportable.
La destrucción
sistemática de las infraestructuras vitales, especialmente las referidas a los
suministros de agua y electricidad, así como la red de saneamientos, unida a la
escasez dramática de suministros esenciales para la vida, está provocando un
caos calculado y de consecuencias dramáticas para la población, especialmente
para la mayoría de los niños/as que ven conculcados por el agresor los derechos
que la comunidad internacional les tiene reconocidos. Nueve de cada diez niños
de Gaza carecen de la alimentación suficiente, 50.000 de ellos sufren
desnutrición aguda, habiéndose producido casos de muerte por esta causa y el agravamiento
de enfermedades preexistentes. No hay que olvidar que los suministros
internacionales de alimentos y ayuda humanitaria están siendo ralentizados e
incluso boicoteados con la participación de ciudadanos israelíes y la
complicidad del ejército para impedir que lleguen a sus destinatarios.
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Plaza de San Lorenzo, 13 de julio de 2024 |
La falta de
agua es especialmente dramática ya que el ejército israelí ha destruido nueve
de cada 10 pozos y la totalidad de las plantas desaladoras. La provisión de
agua potable es cada vez más complicada, hasta el punto de que buena parte del
consumo está contaminado por aguas residuales, el 70% de las bombas de aguas sucias
y todas las plantas de tratamiento han sido destruidas intencionadamente. El
agua, como los alimentos, se ha convertido en arma de guerra en manos de
Israel.
Las cifras
referentes a la magnitud de la tragedia no cesan de crecer. Ya se han superado
los 39.000 muertos de los que se tenga constancia documental, de ellos casi
16.000 son menores de edad, a los habría que sumar los 21.000 infantes
desaparecidos, de los que 4.000 siguen enterrados bajo los escombros de sus
casas. Los crímenes de guerra cometidos por Israel contra la infancia no tienen
parangón en los tiempos modernos, superan a los cometidos en la República
Democrática del Congo, Myanmar Nigeria y Sudán juntos. La propia ONU ha
incluido a Israel en la lista de países abusadores de los derechos de los niños
en los conflictos.
Una estimación
realizada por tres investigadores en salud pública publicada en la página web
de la revista “The Lancet”, que ha sido considerada como plausible por diversas
organizaciones, estima que la cifra real de muertos podría ser de 186.000 o
incluso superior con los cálculos más conservadores, 4 muertos por cada víctima
de muerte violenta a consecuencia de las condiciones insoportables de vida de
la población civil.
Los ataques del
ejército israelí han hecho colapsar totalmente del sistema sanitario y han
asesinado a 500 trabajadores sanitarios y detenido a más de 300, mientras
80.000 heridos carecen de la atención necesaria ni de los medicamentos que les
podrían salvar la vida.
Todos estos
horrores que está provocando la invasión de la Gaza y la campaña de bombardeos
que día tras día por tierra, mar y aire está acometiendo las eufemísticas FDI
(Fuerzas de Defensa de Israel) se sustentan en varias coartadas legitimadoras
que los gobiernos occidentales aceptan sin sombra de duda. Una, la principal,
es el derecho a la legítima defensa que esgrime Israel tras los hechos del 7 de
octubre pasado. Por muy traumáticos que fueran para la población israelí por la
violencia indiscriminada sobre civiles, estos hechos no pueden entenderse si se
aíslan de su contexto de reacción desesperada a décadas de ocupación y
colonización de la Palestina histórica, en medio de la indiferencia
internacional y el reconocimiento implícito de los hechos consumados que
condenaba al pueblo palestino a la invisibilidad y a la aceptación por la
fuerza de su subordinación, como nuevos parias en el Estado de Israel o la expulsión
definitiva de sus tierras ancestrales.
Un segundo
argumento que Israel emplea para hacer más digerible el insoportable número de
víctimas civilesconsecuencia de los bombardeos, es la omnipresencia de
elementos de Hamas en todos y cada uno de los lugares atacados, ya sean
edificios de viviendas, universidades, escuelas (con especial referencia a las de
la UNRWA, Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos), mezquitas,
iglesias, hospitales..., sin olvidar la multitud de infraestructuras cuya
destrucción va a hacer imposible la recuperación de la normalidad en Gaza por decenios.
En todos los casos sustentados por la informaciones que proporciona el propio
ejército de Israel sin otro argumento que su palabra, y que están siendo
desmentidas por multitud de pruebas documentales que acreditan que cualquier
palestino es objetivo de guerra y sus soldados tienen libertad para hacer uso
de sus armas sin limitaciones. El recurso manido de los “escudos humanos” de
largo recorrido en numerosos conflictos con población civil implicada.
Los hechos de
crueldad extrema deberían hacernos plantear la pregunta de cómo ha sido posible
llegar hasta este extremo de deshumanización. Posiblemente esta misma cuestión preocupó
a muchos de los que asistieron al auge de los fascismos en la Europa de los
años 30 y que desembocó en una terrible guerra con 60 millones de muertos, la
gran mayoría civiles. Sin duda una parte importante de responsabilidad tuvieron
los líderes políticos que fueron capaces de arrastrar a las masas, dóciles a su
verbo encendido, señalando enemigos a los que endosar frustraciones y problemas
de sus sociedades. Pero tampoco hay que olvidar la responsabilidad moral de
unas poblaciones que transigieron con el mal mirando para otro lado y participando,
por acción u omisión, de la anemia moral de unos políticos para los que la
deshumanización del otro no suponía ningún problema mientras pudieran conseguir
el apoyo de sus ciudadanos que, por fin, habían dado con el chivo expiatorio
origen de sus males.
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24 horas de solidaridad con Palestina (1 y 2 de junio. Confluencia C/ Coronel Rexach y Padre Claret) |
Alguien con
conocimiento de causa podría plantearse si nuestras sociedades occidentales no
están sumergidas en el mismo proceso hacia el fascismo que nuestros antepasados
de hace unas pocas generaciones. La brutalidad sin límites de la agresión
israelí contra una población carente de cualquier recurso defensivo homologable
al del ejército agresor, el uso de todos los medios que la tecnología
proporciona para segar vidas humanas, y que explica como su uso irrestricto ha
logrado acabar en solo nueve meses con la vida de tantas personas, se está
convirtiendo en el gran dilema moral para las élites políticas y para los
ciudadanos de nuestro primer mundo (¡).
El relativismo
moral que presupone que todas las vidas no tienen el mismo valor nos hace mirar
con indiferencia a los migrantes que mueren en el mar o a los palestinos a los
que un estado y un ejército brutalizadores están matando sin piedad. Mientras
no seamos capaces de parar esta espiral de muerte y deshumanización que nos
está arrastrando también a nosotros no deberíamos cejar por todos los medios
para conseguir que esta sinrazón termine. Sin duda en Gaza está en juego una
parte importante de nuestro futuro y de la posibilidad de conseguir sociedades
más justas e iguales.
Israel no
podría cometer los crímenes que está perpetrando en Gaza sin el apoyo implícito
y explícito de los países que dicen defender principios y valores como la
democracia, la libertad, los derechos humanos. Una legitimidad moral que en
Gaza está mostrando su verdadero rostro: la falacia que sirve para ocultar una
política descaradamente neocolonial que tiene en Israel la cabeza de puente
necesaria para defender sus intereses geoestratégicos en Oriente Medio, en
complicidad con la mayoría de los regímenes árabes para los que Palestina es un
problema que ya no les vincula existencialmente.
No deberíamos
seguir permitiendo que un país como el nuestro siga manteniendo activo el
comercio de armas con Israel, tampoco que se le normalice diplomáticamente y
mucho menos que se mantengan lazos comerciales y académicos de seguridad y
defensa con empresas e instituciones sionistas que apoyan las políticas de
apartheid, apropiación de tierras palestinas y genocidio.
Como ciudadanas/os
tenemos un papel clave que jugar en estos momentos, negándonos a normalizar
políticas de complicidad con el exterminio y el cinismo y doble vara de medir
que afecta a los gobernantes del bloque occidental (USA, EU, Canadá, G.B…)
poniéndonos del lado de los pueblos oprimidos como el palestino y denunciando
el recurso a la guerra para hacer prevalecer la razón del más fuerte.
Salgamos a la
calle, gritemos, denunciemos la mentira y la inhumanidad. La colaboración de
todos es imprescindible, cada uno cuenta en este empeño común por conseguir que
la justicia la igualdad y la libertad no sean frases vacías en manos de
falsarios y el horizonte de un mundo nuevo sea posible.
¡VIVA LA LUCHA
DEL PUEBLO PALESTINO Y LA LUCHA DE TODOS LOS PUEBLOS POR LA LIBERTAD!