30 de marzo. Día de la tierra palestina
A través de la megafonía se dio lectura al manifiesto (que reproducimos a continuación) en el que se habló de lágrimas y rabia, de injusticia e indefensión, de mentira y pólvora, pero también de paz, libertad y tierra. A la lectura siguieron frases coreadas por las asistentes a la convocatoria, destacando “Palestina libertad”, “¡Dónde están, no se ven las sancione a Israel”, “Palestina vencerá”. No faltaron alusiones a los líderes directamente genocidas y a otros colaboradores, citando expresamente a Netanyahu y a Trump y, de forma colectiva, a los líderes europeos.
Una poesía recitada con emoción, puso a flor de piel los sentimientos de los presentes, al recordar situaciones que día a día nos llegan desde la tierra palestina.
Durante el acto se repartió información gráfica y escrita a participantes y público en general en formato de postal y pequeños dípticos, manifestando la esperanza de paz, pero también dejando claro el genocidio que se está produciendo en este mismo momento, con víctimas de la población en general, sin discriminación alguna, llegando a niñas y niños, sanitarios, cocineros, periodistas...
También se atendió a personas que desean sumarse a las acciones de la Plataforma y se tejieron lazos con personas a título particular y plataformas de otros lugares de la provincia para coordinar acciones futuras.
Manifiesto leído:
MANIFIESTO 30 de
marzo de 2025. “Día de la Tierra Palestina”
Si hay una tierra que pudiera albergar sentimientos que consideramos exclusivamente humanos, esa sería la tierra de Palestina. Demasiada sangre ha sido derramada sobre ella, demasiadas lágrimas se han vertido en sus entrañas, incontables lamentos y plegarias han surcados sus aires. Un pueblo la ha humanizado, escribiendo una historia humilde y pacífica al margen de las disputas de la Gran Historia, el Pueblo Palestino.
Ahora, también nosotros lloramos
lágrimas de rabia e impotencia al ver como se somete al débil, al indefenso, a
los rigores de una guerra sin cuartel por arrebatarle la tierra que lleva
inscrita en sus propias venas, como una sangre terrosa que corre por su cuerpo
sin que pueda evitarlo, porque pueblo y tierra se confunden en una sola
palabra: Palestina.
Sí, tenemos el deber y el derecho de
clamar al cielo la injusticia de la sangre inocente derramada por miles.
Tenemos la obligación de gritar desgarradoramente con las madres que han
perdido a sus hijos cuando apenas habían comenzado a vivir, asesinados,
torturados por las heridas, con sus cuerpos hechos girones. Tenemos el deber de
ser la voz de los que la han perdido y lanzar a los cuatro vientos un aullido
de dolor e indignación para señalar a los autores de crímenes tan horrendos.
Fría y calculadora, así es la
política de Israel con el indisimulado objetivo de que la tierra cambie de
manos, a sus propias manos, siempre a través del rigor de la guerra injusta, de
la desposesión, del engaño y la mentira.
Así ha sucedido una vez más con la
ruptura de la tregua y la frustración de un horizonte de paz. La política de
Israel no emplea la palabra sino la pólvora, no la convicción y la transacción
sino la imposición brutal de sus objetivos, golpeando tanto como sea necesario,
mintiendo y justificando sus agresiones, señalando siempre al otro como el
culpable.
La tierra palestina lucha ahora por ser
liberada de ese pueblo colonizador, guiado y fanatizado por unos dirigentes
ciegos y perversos, que no ven en la paz y la convivencia ningún objetivo a
conseguir.
Tras las bambalinas sosteniendo la
trágica representación, el imponente imperio americano, ahora ya desembozado de
cualquier retórica democrática, regido por un avatar de los infiernos hermano
de Netanyahu, el siniestro e histriónico Donald Trump. Todo Oriente Medio
tiembla por sus ocurrencias. ¿Qué pasará con Gaza y sus habitantes? ¿Resort de
lujo, expulsión por la fuerza de los palestinos? Los delirios más oscuros
parecen poder hacerse realidad…
Mientras, la Comunidad Internacional
mira para otro lado, incapaz de tomar medidas eficaces para parar el genocidio.
La vergüenza acompañará a políticos tan cobardes y hueros de cualquier
principio, ni siquiera el básico: defender la vida humana por encima de
cualquier interés o cálculo.
El día 30 de marzo recordamos los
acontecimientos ocurridos ese mismo día del año 1976, conocido como Día de la
Tierra, la atormentada tierra palestina. Un hito más en la dolorosa historia de
su Pueblo, escrita con la sangre de sus hijos.
Hace 49 años, los palestinos declararon una
jornada de huelga general por la política de confiscación de tierras del Estado
de Israel con el objetivo de avanzar en la judaización de Galilea (así llaman
los judíos a Cisjordania), y depurar de “árabes” el Norte de Israel. La
protesta pacífica, acabó desembocando, por la provocación del ejército, en
enfrentamientos violentos respondidos con las armas. La consecuencia: seis
palestinos muertos.
Tampoco la sangre logró detener las confiscaciones
hasta la actualidad, con la desenfrenada ofensiva de Israel para hacerse con la
mayor cantidad de tierra posible en Cisjordania y expulsar a sus legítimos
dueños. Tampoco han logrado acabar con la resistencia palestina y su voluntad
de permanecer en la tierra de sus antepasados.
La tierra sigue siendo la carne y la sangre
del Pueblo Palestino.
La justicia de su causa sigue
moviendo las conciencias de los que consideramos que su destino es parte del
destino de la humanidad, y la solidaridad de los pueblos la herramienta para
hacerla realidad.
Con el corazón y las entrañas
gritamos
“QUE VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO
PALESTINO”.